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Si por popular entendemos algo que es conocido o al menos identificado
por la mayoría de lapoblación, no cabe duda que las castañuelas es uno
de los instrumentos más populares en la Península Ibérica, pues sea quien
sea al que preguntemos, probablemente las conozca e incluso sepa describírnoslas
con mayor o menor precisión. Y ello es debido a que se han sido muy utilizadas
tanto en la música tradicional popular, como en la cortesana ‘culta’ e
incluso en la música Clásica, alcanzando
un grado de perfección tanto en su factura como en las técnicas de interpretación
desconocido en otros instrumentos tradicionales percutidos. Alcanzando
su máximo exponente en el actual y sofisticado baile flamenco y siendo
protagonista indiscutible de numerosos conciertos, ya sea como solista
en grupo. Las castañuelas se encuentran muy extendidas por la zona sur
de Europa, especialmente en Portugal y España del que como bien sabemos,
es considerado instrumento ‘nacional’ al menos por los visitantes
de otros lugares.
Hay quien considera que el origen de las castañuelas, o al menos
una forma menos evolucionada de ellas, son los palillos o tejoletas, consistentes
en dos láminas de madera (los primeros), barro, teja o incluso dos piedras
que colocadas entre los dedos y mediante un movimiento de muñeca se hacen
repicar y con habilidad y práctica se pueden obtener diferentes ritmos
de acompañamientos, ésta técnica sirve también para tocas cucharas o cualquier
otro par de objetos alargados y planos. De hecho en ocasiones se aplica
indistintamente el nombre a uno u otro instrumento, denominándose también
Tarrañuelas, tarreñas, castañetas o palillos, entre otros, tanto a las
castañuelas como a las tejoletas.
Por no tener mas elementos sonoros que el propio material del que
están construidos y producirse el sonido por entrechoque de dos piezas,
las castañuelas así como las tejoletas, pertenecen a la familia de los
Idiófonos entrechocados según la clasificación de Sachs-Hornbostel,
la mas comúnmente aceptada.
El término tejoleta se suele reservar para los instrumentos de barro o
‘teja’ y a veces se fabricaban de restos de piezas rotas de aquel material,
platos o cántaros, mientras que palillos se llama al mismo instrumento
de madera y en ocasiones de metal. Su forma y tamaño varia mucho y su
fabricación suele ser bastante libre, aunque si existe una cierta tipología
según las comarcas, desde un rectángulo alargado y estrecho, o más ancho
con una hendidura para colocar los dedos a formas redondeadas que se ensanchan
en su parte inferior formando una pala y rebajando la parte correspondiente
a los dedos. Existen casos, como los modelos de Cuellar (Segovia) en que
el instrumento presenta dos palas, con un estrechamiento en la parte central
para los dedos de forma que al tocar entrechocan por encima y debajo de
los dedos, siendo una técnica algo más compleja que las tradicionales
de una sola pala. Las maderas que se emplean son preferentemente duras,
Haya, roble, boj, encina (el corazón de encina, es decir, la parte central
de un árbol viejo, es especialmente apreciada por su dureza) y modernamente
maderas de importación como ébano o granadillo. Me da la impresión de
que los palillos tradicionales eran algo mas gruesos, hasta de 1,5 cm.
Lo que las hacía más incómodas de tocar mientras que actualmente se fabrican
mas delgadas, entre 0,5 y 1 cm. su longitud oscila entre los 10 y 20
cm. y su anchura máxima entre 3 y 6 cm. siempre en medidas orientativas.
Era habitual que una vez talladas y pulidas, se ‘frían’ ligeramente en
aceite o se asaran en el horno previamente impregnadas en dicho producto,
este proceso, empleado también en otros procesos artesanales de la madera,
mejora las cualidades de dureza y conservación del material. Con el mismo
fin, en ocasiones, se queman los bordes que van a entrechocar. Como es
natural, dependiendo de la madera, el grosor y la factura, el sonido es
diferente, por lo que quien las emplea ‘profesionalmente’ poseen varios
ejemplares que eligen según el momento. Normalmente se toca un solo par,
aunque en ocasiones, instrumentistas más hábiles hacen repicar con ambas
manos simultáneamente. También se dan casos de tocar tres, en vez de dos
tablillas, lo que produce un sonido más estrepitoso, en éstos casos,
la tercera tablilla suele ser más pequeña.
Respecto
a las castañuelas, es impresionante la gran cantidad de formas y tamaños
que existen en nuestra cultura tradicional, a veces dependiendo de las
zonas y en otras coexistiendo en un mismo lugar. El nombre de castañuela,
o castañeta , designación más común hasta el siglo XVIII, parece proceder
de su semejanza con el fruto del castaño, aunque en las citas literarias
y en los diccionarios antiguos como el de Nebrija (s. XV) se emplea para
definir el chasquido que se hace al frotar los dedos contra la mano,
lo que hoy llamamos ‘hacer pitos’, éste se consideraba un ademan
de desprecio: ‘Dar castañetas’ y lo diferencia de las tarreñas
‘chapas de tañer’. Algunos diccionarios más modernos, como
‘El Tesoro de la Lengua Castellana o Española’ de Covarrubias
añaden que ‘ para que suene más se atan al pulgar dos tablillas cóncavas
y por de fuera redondas a modo de castañas’. Aún en la actualidad
existen unas castañuelas muy pequeñas, de apenas 4 ó 5 cm de diámetro
que se colocan y tocan de esa forma y se denominan Pitos. No queda pues
claro si fue antes el sonido o el instrumento, durante mucho tiempo se
utilizó indistintamente para definir a ambos. Otros nombres que reciben,
según lugares es ‘postizas’, en Valencia, ‘Chácaras’ en Canarias , “jotaneos”
o pulgaretes en Aragón, “Krisket” ó “Kaskabeleta” en Euzkadi, “Castanyoles”
o “esclafidors” en Cataluña ......
La
mayoría de las castañuelas, se tocan por pares, una en cada mano, y cada
una de ellas consta de dos piezas simétricas, convexas por la parte exterior
(concha) y ahuecadas en su parte interior para aumentar su sonoridad.
Éste hueco se denomina corazón y puede ser de diferentes formas y tamaños,
redondo, cuadrado, triangular, en forma de estrella etc. La cara interior
de cada pieza no suele ser totalmente
plana, sino que es más prominente por la parte inferior, de manera que
el golpe se produce tan sólo en éste punto, de ésta forma el sonido producido
no se ‘ahoga’ y sale mas limpio y claro. A diferencia de las tejoletas,
las dos piezas de la castañuela están unidas por su parte superior mediante
un cordón que las atraviesa por dos puntos, llamados orejas o cejas, y
sirve también para fijarlas a los dedos. La forma de las orejas es también
muy variada, y puede ser desde casi nula a excesivamente prominente.
Por supuesto la forma de castaña, así como el tamaño no es estándar, salvo
en las actuales castañuelas de ‘flamenco’ o ‘concierto’ que más comúnmente
se comercializan en la actualidad. Las castañuelas Ibicencas pueden alcanzar
mas de 20 cm. de largo y de 10 a 11 de ancho, y casi 5 cm. En la parte
más gruesa. Evidentemente no se emplean para repicar y con ellas, colocadas
en los dedos medios de cada mano, se producen golpes secos y ritmos pausados.
Lo mismo podemos decir de las Chácaras Canarias, en forma redonda o las
grandes castañuelas de algunas comarcas de León y Asturias. En el otro
extremo se encontrarían los ya mencionados Pitos, de pequeño tamaño que
se colocan en el Pulgar. Entre ambos existen numerosas variantes, siendo
el tamaño más abundante el que se puede colocar en el interior de la palma
de la mano. Sus formas son ovoides, redondas, cuadrangulares, triangulares...
El material mas empleado en su construcción es la madera, preferentemente
de gran dureza como el boj o la encina, nogal, haya o frutales del lugar
y en la actualidad el Palo santo ó granadillo que parece ser la preferida
de los ‘concertistas’. También se han empleado otros materiales, especialmente
en la vertiente no popular como el marfil, hueso (para pitos) metal y
actualmente Tela prensada (parece que con excelentes resultados) o ebonita.
Existen excelentes constructores profesionales de castañuelas, especialmente
de ‘flamenco’ y ‘concierto’ incluso en Estados Unidos, en
donde se han fabricado piezas de gran calidad. Los modelos tradicionales
suelen ser fabricados por pastores o artesanos de las distintas comarcas
peninsulares, en éstos casos suelen estar decoradas con tallas y dibujos
de gran belleza que hacen que cada ejemplar sea único y personalizado
a su dueño. Hechos a punta de navaja o lezna constituyen una de las fuentes
más importantes de arte pastoril y tradicional en nuestra cultura están
formados por multitud de formas y símbolos de gran valor etnográfico.
En las actuales castañuelas comerciales, aunque de gran calidad acústica
se ha perdido, lógicamente, ésta interesante faceta tradicional. Para
tocar las castañuelas se colocan en ambas manos sujetándolas con el cordón
entre los dedos índice y medio si se trata de acompañar bailes o danzas
populares o en el pulgar si son pitos o castañuelas modernas, de flamenco
o concierto, ésta última forma permite mantener libre los otros cuatro
dedos para tocar y repicar lo que permite mayor lucimiento del intérprete
y dota de mayores posibilidades al instrumento. Como es natural, en todo
par de castañuelas siempre habrá una que suene más aguda que la otra,
a ésta se la llama hembra, y macho a la grave, por lo general,
se coloca en la mano derecha e izquierda respectivamente. Se comercializan
incluso grupos de tres castañuelas con diferente afinación para que el
instrumentista elija el par que mejor le convenga en cada caso.
Los
datos más antiguos sobre ‘palillos de entrechoque’ se remontan al antiguo
Egipto, donde junto a numerosas representaciones gráficas se han conservado
algunos ejemplares, algunos con forma de manos, palillos de marfil de
hipopótamo se han encontrado envueltos como momias en pequeños estuches-sarcófagos.
Curth Sachs se refiere a dos modelos de castañuelas en el antiguo Egipto,
unas con forma de “bota de madera cortada longitudinalmente con muescas
en la parte que correspondía a la pierna mientras que la parte del pie
servía de mango”, parece referirse a algún tipo de tejoletas, pero
también habla de un segundo modelo que “tenía casi la apariencia de
las castañuelas españolas modernas, pero era menos chata y asemejaba una
castaña”, además ” estaba ahuecada por las caras percutientes para
dar una resonancia más plena”, sin embargo no considera que el origen
sea egipcio sino fenicio de donde paso al país del Nilo y se extendió
por todo el Mediterráneo hasta la Península Ibérica.
Los griegos las representan en muchas de sus obres usadas por bailarines,
en especial del culto a Dionisos. Pero los palillos de entrechoque de
una u otra forma existen en la mayoría de piases del mundo. En extremo
oriente, se emplean grupos de 12 tablillas unidas por cordones colocadas
en abanico, aunque la forma de tocar difiere de nuestro instrumento.
Pero es probable que la actual castañuela tenga su origen más directo
en la ‘crusmata’ Ibérica formada por dos grandes conchas marinas
o dos piezas de madera que se hacían sonar entre los dedos y la palma
de la mano. La sencillez del instrumento y su facilidad facilita su difusión
por toda la península apoyado en las diferentes colonizaciones y movimientos
de población, así como su evolución para adaptarse a las peculiaridades
de cada comunidad, incorporándose a la música popular e incluso culta
de la Edad Media, como lo demuestran algunas ilustraciones como la cantiga
330, de Alfonso X donde un músico parece acompañarse de unas tarreñas
alargadas a la vez que canta junto a un tocador de chirimía. A partir
del Renacimiento y siglos posteriores, la castañuela es citada a menudo
en la literatura describiendo escenas populares aunque siempre asociado
a música ruda de villanos y pastores, y en ocasiones a bailes populares
de dudosa moralidad, como la Zarabanda y la Chacona que debido a los ‘lascivos
movimientos y contorsiones ’ de los danzantes provocaron la censura de
algunos de nuestros moralistas y el ‘escándalo’ a algunos visitantes extranjeros
a la vez que la admiración por la maestría del baile. Pero también se
empleaban castañuelas en Danzas rituales religiosas. Aún se conservan
en la actualidad manifestaciones tradicionales en que se ofrenda al ‘santo’
con danzas ceremoniales acompañadas de castañuelas, un ejemplo es la “Danza
de Picayos” de Cantabria que emplea un modelo específico de castañuela.
A
partir del siglo XVIII, el instrumento, hasta entonces propio de las clases
populares,
se comienza a introduciren la sociedad más ‘culta’, debido al gran auge
que tomo la seguidilla y la introducción del bolero en los salones de
baile y fiestas más elegantes, se fijan la sujeción al dedo pulgar y se
desarrolla un estilo mas ‘fino’ y ‘elegante’, de aquí, la aparición de
grandes interpretes profesionales y perfeccionamiento del instrumento,
su aparición en escenarios teatrales etc. que da origen a la actual y
conocida castañuela de concierto y flamenco del que tantos intérpretes
como Antonia Mercé (La Argentina), Lucero Tena o José de Udaeta han hecho
Gala.
Por
último es necesario mencionar una obra al que todos los tratadístas se
refieren. Es el libro “Crotalogía o ciencia de las castañuela”
publicado en 1782 por el agustino Juan Fernández de Rojas. Parece un libro
serio y documentado, y así lo es en parte, pero esconde un finísimo humor
u una profunda sátira contra los tratados del siglo XVIII.
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